"La mayoría de camareras de piso sufren dolores osteomusculares muy a menudo"

¿Cómo surgió la idea de poner en marcha este proyecto?

En la convocatoria de fondos del ITS vimos que había espacio para proyectos de investigación, y pensamos que era el momento adecuado. Desde Atención Primaria recibíamos continuamente a camareras de piso con problemas de salud, tanto en temporada como fuera de ella. Ya habíamos hecho un estudio previo en el Arenal, y con la sensibilidad que existía hacia este colectivo decidimos presentar un proyecto más ambicioso, que abarcara a las tres islas y con el máximo rigor posible. Fue escogido y pudimos ponerlo en marcha.

¿Cuáles eran los principales objetivos?

Tenía tres objetivos muy claros. El primero, generar conocimiento sobre sus problemas de salud y llenar un vacío que existía. El segundo, poner en marcha una intervención compleja, preventiva, que abordara tanto lo físico como lo psicológico y buscara mejorar su calidad de vida. Y el tercero, devolver a la sociedad lo aprendido: difundir los resultados entre las propias trabajadoras, entre profesionales de la salud y entre la sociedad en general.

¿Qué tipo de estudios se realizaron y cuántas trabajadoras participaron?

Empezamos revisando toda la literatura existente y después realizamos un estudio exploratorio cualitativo con camareras de piso, pero también con un comité de expertos que incluía médicos, sindicalistas, gobernantas, empresarios, miembros de la asociación de kellys… Con toda esa información diseñamos un estudio descriptivo mucho más amplio. Participaron 1.043 camareras de piso seleccionadas aleatoriamente, una muestra representativa de Baleares. Después se sumaron unas 1.080 más en la fase de intervención. En total, más de 2.000 trabajadoras pasaron por el proyecto, lo que lo convierte en el mayor estudio sobre este colectivo que se ha hecho.

¿Qué datos os impactaron más?

Muchos. De media hacían 18 habitaciones y 45 camas al día. Un tercio describía su trabajo como muy estresante, aunque un 25% también lo veía satisfactorio. El dato más repetido fue el dolor: el 68% sufría dolor lumbar, el 60% dolores en brazos y manos, y el 55% cervicales. Es decir, la mayoría tenía problemas osteomusculares frecuentes, que afectan a su rendimiento y calidad de vida. También analizamos consumo de fármacos, uso de servicios sanitarios, niveles de estrés… Todo esto nos sirvió para diseñar la intervención posterior.

¿En qué consistió esa intervención?

Era muy completa. Incluía nueve visitas: algunas individuales, como una primera larga con enfermera coordinadora; otra con fisioterapeutas para abordar el dolor y posturas; y sesiones grupales con psicólogos especializados en estrés laboral. También había sesiones centradas en la dieta y hábitos saludables y actividades comunitarias, como paseos o aquagym en piscinas municipales. Queríamos dotarlas de recursos y capacidades durante el invierno, de cara a que afrontaran mejor la temporada turística siguiente.

¿Qué resultados obtuvisteis?

Aquí nos encontramos con un problema: la COVID. La intervención empezó a finales de 2019 y a los tres meses llegó el confinamiento. Muchos hoteles no abrieron o tuvieron temporadas muy cortas, y eso impidió comprobar realmente el impacto en dolor o calidad de vida. Sí vimos mejoras en algunos indicadores, como la predisposición a dejar hábitos tóxicos o seguir dietas más saludables, pero no pudimos demostrar de forma clara los efectos en dolor crónico o estrés. Aun así, el estudio descriptivo previo fue un hito: nunca se había hecho un ensayo clínico específico para camareras de piso.

¿Qué valoración hicieron las trabajadoras que participaron?

Se sintieron muy agradecidas. Decían que era un lujo tener una hora y media con una enfermera o un fisioterapeuta dedicados solo a ellas. Incluso las del grupo de control, que no habían tenido la intervención completa, recibieron una versión reducida porque no queríamos que se quedaran sin nada. Muchas nos dijeron que por fin alguien se preocupaba por ellas. Era justo que un proyecto de turismo sostenible las tuviera en cuenta.

En el estudio también se abordó el impacto psicológico del trabajo.

Sí, porque aunque valoran aspectos positivos como el horario seguido o el compañerismo, todas coinciden en que la sobrecarga es enorme. Tener que hacer muchas tareas repetitivas, sin poder decidir el orden de las habitaciones o cómo afrontar imprevistos, genera estrés laboral. Esto afecta no solo físicamente, sino también psicológicamente. Por eso incluimos a psicólogos especializados en estrés y salud laboral, que les ofrecieron pautas para gestionar mejor esas situaciones.

¿Cree que este modelo puede aplicarse en otros sectores?

Los problemas osteomusculares son comunes en muchos trabajos repetitivos y duros. Lo difícil es incorporar este tipo de programas en el horario laboral, porque la presión es muy alta. Pero creemos que la experiencia puede servir como guía para otros sectores. Además, desde Atención Primaria deberíamos integrar más actividades preventivas, no solo tratar los problemas cuando ya son graves.

Después de todo el recorrido, ¿qué diría que aporta este proyecto?

Sobre todo, aporta conocimiento científico sólido y visibilidad para el colectivo. Hemos publicado 11 artículos, dos tesis doctorales y presentado resultados en congresos nacionales e internacionales. Creo que ha dejado una base importante para que se diseñen políticas y programas de mejora que podrían aplicarse también a otros sectores o gremios.