Cristina Rihuete dirige el Museu Arqueològic de Son Fornés, un enclave clave en la investigación prehistórica de Mallorca. Este año, en el 50 aniversario del inicio de las excavaciones, un hallazgo inesperado podría cambiar el relato sobre la presencia romana en la isla. Conversamos con ella sobre los indicios, la importancia del descubrimiento y qué pasos se deben seguir.
¿Qué se ha encontrado exactamente en esta última campaña en Son Fornés?
Durante tres meses llevamos a cabo una eliminación selectiva de la cubierta vegetal que ocultaba una parte muy amplia del yacimiento. Esta vegetación llevaba al menos un siglo cubriendo estructuras que, aunque no estaban enterradas, sí eran invisibles hasta ahora. Al eliminarla, han aflorado elementos arquitectónicos claramente visibles. Hasta el momento conocíamos los 3.300 m² excavados y museizados, pero ahora hemos descubierto un yacimiento espectacular, con una monumentalidad sorprendente.
¿Y qué os lleva a pensar que podría tratarse de una de las ciudades romanas perdidas, como Tucis o Guium?
No hay epigrafía que lo confirme, pero sí hay indicios sólidos. En Baleares, uno de los grandes retos de la arqueología ha sido siempre localizar estas dos ciudades citadas por Plinio el Viejo. Durante años se especuló con Petra, basándose en muy escasa documentación epigráfica, pero nunca en restos arqueológicos de peso. Lo que hemos encontrado ahora en Son Fornés tiene entidad suficiente: la planificación urbana visible, los tejados de teja, los materiales de construcción… todo encaja con los rasgos de una ciudad romana. No lo podemos afirmar aún, pero los datos arqueológicos apuntan en esa dirección.
Hasta ahora, ¿qué se sabía realmente sobre esas ciudades?
Sabemos lo que nos dicen las fuentes clásicas. Plinio el Viejo las menciona como lugares que obtuvieron el derecho latino. Pero eso es todo. Es como con muchas ciudades bíblicas: las fuentes las citan, pero hay que encontrarlas arqueológicamente. En Baleares nos falta esa pieza. Sabemos que existieron, pero no dónde estaban ni qué aspecto tenían. Y ahí es donde la arqueología puede marcar la diferencia.
¿Por qué sería tan importante para la arqueología balear poder localizar una de estas ciudades?
Sería fundamental. Porque la historia se enriquece cuando puede traducirse en hechos materiales. En este caso, saber más sobre cómo se aplicó el derecho latino y cómo se produjo la integración de Baleares en el mundo romano. Ahora mismo solo tenemos los nombres. Todo lo demás depende de lo que podamos encontrar bajo tierra. Y eso solo nos lo puede dar la arqueología. Es una oportunidad única para comprender el papel que jugó esta isla en ese entonces.
¿Qué equipo ha participado en esta intervención y con qué metodología?
Al principio, el equipo era reducido. Hicimos un trabajo de prospección superficial y limpieza forestal, con mucho cuidado por el entorno natural. Éramos unas ocho personas, sumando profesionales y voluntarios, muy importantes en Son Fornés. En julio se incorporó el equipo estable de la Universitat Autònoma de Barcelona, que codirige el proyecto. Llegaron seis o siete personas más. En total, fuimos unas 15 o 20 personas.
¿Qué es lo que más os ha sorprendido de todo lo hallado?
Sin duda, la monumentalidad del yacimiento. Muchas veces lo que encuentras en superficie son apenas fragmentos de cerámica que te hacen intuir algo enterrado. Pero aquí no: los muros están visibles. Hay estructuras ciclópeas, con bloques de hasta dos metros y medio. Es impactante ver esta forma de construir —tan característica de Baleares— en un contexto que parece claramente romano. Además, es posible que debajo haya restos aún más antiguos, del asentamiento talaiótico original de hace 3.000 años. Pero la densidad de materiales romanos encontrados en superficie deja claro que esa fue su época de mayor esplendor.
¿Qué haría falta ahora para confirmar si es realmente una ciudad romana?
Tenemos que excavar. Solo la excavación nos da contexto: fechas, ubicaciones precisas, capas de ocupación. Lo que vemos ahora es un palimpsesto de materiales de distintas épocas mezclados en la superficie. Hemos encontrado objetos metálicos, cerámicas, morteros de construcción… pero sin excavar, no podemos ordenarlo ni fecharlo con precisión. Una excavación estratigráfica nos dirá exactamente qué ocurrió y cuándo.
¿Ya se está planteando una excavación a fondo?
Sí. Estamos en conversaciones con las administraciones, porque este hallazgo supera con creces el alcance del proyecto quinquenal que teníamos planificado. Es un descubrimiento tan relevante que creemos que merece un esfuerzo adicional. Y estamos trabajando para que pueda llevarse a cabo próximamente.
¿Este descubrimiento cambiaría cómo contamos la historia de Mallorca?
Totalmente. Si se confirma que es una ciudad romana, supondría un cambio enorme en el relato. Es uno de esos momentos en los que historia y arqueología se alinean. Llevamos años hablando de estas ciudades sin pruebas materiales. Ahora podríamos tenerlas delante.
Este hallazgo coincide con el 50 aniversario de las excavaciones en Son Fornés. ¿Qué valoración hacéis de esta trayectoria?
Es una trayectoria excepcional. Son Fornés es uno de los pocos yacimientos donde se ha trabajado de forma continua durante medio siglo, sobre todo en Prehistoria. Contamos además con el único museo monográfico de Prehistoria Balear. Pero queríamos cerrar este ciclo con una visión más amplia del yacimiento: conocer sus límites reales, su evolución en época romana, y adaptarlo a su futuro como parque arqueológico. Justo por eso hicimos esta intervención este año, y los resultados han sido incluso más prometedores de lo que imaginábamos.
¿Creéis que la administración apostará por este nuevo reto?
Quiero pensar que sí. En una comunidad tan rica como Baleares, no hay excusas para no invertir en cultura. Un parque arqueológico como el de Son Fornés es una inversión de futuro: aporta valor al turismo cultural, fomenta un turismo no depredador más consciente y genera beneficios para la sociedad balear. Y creemos que es el tipo de turismo por el que todos queremos apostar.
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