Miquel Puig dirige el COFIB, el consorcio público encargado de recuperar fauna silvestre en Baleares y de controlar especies exóticas que amenazan la biodiversidad. Con más de 20 años de experiencia, Puig lidera un equipo que actúa sobre el terreno frente a retos como la expansión de serpientes, mapaches o tortugas foráneas. En esta entrevista nos explica por qué la amenaza es real y qué se está haciendo para frenarla.
¿Qué es exactamente el COFIB y cómo ha evolucionado desde su creación?
El COFIB nació en 2004 como un consorcio entre la Conselleria de Agricultura, Pesca y Medio Natural y la Fundación Natura Parc, con el objetivo de recuperar fauna silvestre. Pero con el tiempo ha crecido mucho. Hoy en día no solo se ocupa de animales heridos, sino también del control de especies exóticas invasoras, la gestión de tortugas marinas y muchas otras ramas del medio ambiente. Todo ha sido fruto de las demandas de la Conselleria y la evolución del trabajo durante estos 20 años.
¿Qué entendemos exactamente por especie exótica invasora?
Se trata de una especie que, introducida —de forma intencionada o no— en un nuevo territorio, genera alteraciones en la biodiversidad del lugar. No solo afecta a nivel medioambiental, con desplazamiento o extinción de especies locales, sino también a nivel económico, sanitario o incluso en agricultura y ganadería. Técnicamente, no es lo mismo una especie introducida que una invasora. La introducida puede no causar daños, pero la invasora ya está comprobado que sí impacta negativamente sobre la biodiversidad local.
¿Cuáles son las especies invasoras más problemáticas actualmente en Baleares?
Desde el COFIB nos centramos sobre todo en animales y algo de flora. Hablamos de ofidios como la serpiente de herradura o la de escalera en Ibiza y Formentera. En Mallorca tenemos casos como el mapache, el avispón asiático (avispa velutina), la cotorra argentina, la cotorra de Kramer, o incluso peces como la carpa. En el ámbito de los insectos también hay especies relevantes. La lista es larga, pero estas son las que más preocupan hoy por hoy y en las que más recursos se invierten.
¿Qué impacto real tienen sobre nuestra biodiversidad?
En las islas, las especies locales son más frágiles porque han evolucionado aisladas durante miles de años, sin competencia ni depredadores naturales. Eso las hace más vulnerables. Por ejemplo, la lagartija pitiusa es muy confiada y no tiene mecanismos de huida, porque no ha tenido depredadores. Cuando se introduce un depredador como una serpiente, no tiene herramientas para defenderse. Esto genera extinciones locales y alteraciones graves en los ecosistemas.
¿Cómo llegan estas especies y por qué se expanden tan rápido?
Algunas llegan de forma natural, como puede pasar con una rama flotante, pero eso es anecdótico. Hoy en día la mayoría llegan por acción humana. A veces se compran como mascotas y luego se escapan o se liberan. Otras veces vienen ocultas en mercancías, plantas, tierra o incluso materiales de construcción. Importamos muchísimas cosas del continente y, con ello, entran especies sin darnos cuenta. Una vez aquí, si encuentran un ecosistema favorable sin depredadores, se expanden con rapidez.
En el caso del mapache, ¿qué problemas ha generado en Mallorca?
Es un animal que no existía en nuestra fauna. Es oportunista, se alimenta de todo: fruta, carroña, basura… Tiene una alta tasa de reproducción y no tiene ni depredadores ni competidores naturales aquí. Esto le permite adaptarse muy bien y causar problemas: en agricultura, atacando huertos; y en biodiversidad, depredando huevos, aves, anfibios… Puede provocar desapariciones locales de especies nativas que no están preparadas para enfrentarse a un mamífero así.
Otro caso es el de la tortuga de Florida. ¿Cuál es la situación?
Es una especie muy común como mascota desde hace años. Se ha liberado o escapado y ahora está presente en zonas húmedas de Mallorca, Menorca y algunos puntos de Ibiza. Es muy territorial, grande y agresiva. Compite directamente con nuestra tortuga de agua, el galápago europeo, que es más pequeña y menos resistente. Le gana el territorio, los recursos… Además, depreda sobre larvas de peces, anfibios o incluso pequeñas aves. Desplaza a nuestras especies sin darles oportunidad.
¿Qué tipo de acciones lleva a cabo el COFIB para controlar estas especies?
Nuestro trabajo es sobre el terreno: control y contención. Usamos trampas específicas según la especie: dispositivos para tortugas, trampas para mapaches, campañas de trampeo para serpientes. Todo bajo la dirección de la Conselleria. También se trabaja en prevención, aunque no es nuestra competencia directa. La prevención es clave: si siguen entrando nuevas especies, el trabajo de control nunca será suficiente. Hay que cerrar el grifo, no solo recoger lo que ya ha llegado.
¿Qué zonas naturales están más amenazadas por estas especies invasoras?
Las más sensibles son aquellas con alta biodiversidad o presencia de especies endémicas. Por ejemplo, los "gorgs" donde habita el ferreret, un anfibio único del mundo que solo vive en algunas pozas de la Serra de Tramuntana. Si entra ahí una serpiente o un mapache, la amenaza es gravísima. Aunque hay que actuar con una visión global, entendiendo por dónde se mueven estas especies y en qué superficie están presentes, no basta con actuar solo en puntos concretos.
¿Qué pasa con las especies invasoras vegetales?
Es un campo algo menos trabajado, pero también importante. Algunas de las más problemáticas son el agave americano (las pitas) o el carpobrotus, conocido como uña de gato. Su detección es mucho más difícil que la de un animal, porque suelen estar en jardines, rotondas, carreteras… Muchas veces nadie se da cuenta de que esa planta es un problema. El control es complejo y menos visual, pero también esencial.
¿Es realista pensar en erradicar estas especies completamente?
Depende. Algunas especies sí se han erradicado: la cotorra argentina, el coatí, incluso la avispa asiática. Pero otras son más difíciles por su biología, distribución o número. En esos casos trabajamos en el control poblacional, que significa mantener las poblaciones en niveles bajos para que nuestras especies puedan sobrevivir. La erradicación total no siempre es posible, pero sí podemos reducir el impacto si controlamos bien.
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