Bàrbara Maria Quetglas es ingeniera agrónoma y ha colaborado con la Universitat de les Illes Balears en estudios sobre sanidad vegetal. Ha sido una de las investigadoras del proyecto ITS2017-095, que analiza cómo afecta la bacteria Xylella fastidiosa a cultivos clave del archipiélago. En esta entrevista explica qué variedades son más vulnerables, cómo se propaga la enfermedad y por qué la prevención es clave.
¿Cómo te involucraste en el estudio de la Xylella en Baleares?
Empecé en el Laboratorio de Sanidad Vegetal de las Islas Baleares haciendo prácticas, y luego me ofrecieron continuar en este proyecto subvencionado por el ITS. En concreto, trabajé en el lote 6, centrado en analizar la dinámica estacional de los síntomas y los niveles de infección en tres cultivos: olivo, almendro y viña.
Para quien no la conozca, ¿qué es exactamente la Xylella fastidiosa?
Es una bacteria que habita en el xilema de las plantas. No se ve directamente, pero provoca síntomas similares a la sequía o a deficiencias nutricionales. Por eso es difícil de detectar a simple vista.
¿Por qué es tan peligrosa para los cultivos de Baleares?
Porque obtura el xilema, impidiendo el paso de agua. Y aquí muchas plantaciones no están regadas ni reciben cuidados regulares. En esos casos, la bacteria se instala y se expande con facilidad, provocando la muerte progresiva del árbol.
¿Cómo puede un agricultor identificar si su cultivo está afectado?
En almendro, las hojas se secan empezando por las puntas, con un halo amarillento. En vid, ese halo puede ser rojizo o amarillo según la variedad. También hay síntomas como ramas secas, hojas caídas que dejan el peciolo seco (como un palillo), o zonas verdes aisladas entre tejido seco. En olivo, el secado es similar.
¿Qué hace que sea tan difícil de combatir?
A día de hoy no hay ningún producto que llegue al xilema y elimine la bacteria. Por eso no podemos erradicarla. La clave está en mantener las plantaciones sanas: con riego, abonado y podas. En cultivos bien gestionados, la enfermedad avanza mucho más lentamente.
¿Y esas fueron algunas de las principales conclusiones del proyecto?
Sí, aunque el proyecto duró tres años, que es poco tiempo para una bacteria como ésta. Analizamos bancos de germoplasma con muchas variedades de almendro, viña y olivo. En almendro, por ejemplo, la variedad ‘Vairo’ mostró baja afectación incluso tras varios años. Pero también vimos que factores externos —clima, manejo, etc.— influyen mucho.
¿El cambio climático puede estar favoreciendo la expansión de la Xylella?
Sí. El frío intenso puede eliminar la bacteria, pero con los inviernos tan suaves que estamos teniendo, no alcanzamos esas temperaturas necesarias para frenarla.
Has mencionado antes el riego y la fertilización, ¿cómo influyen exactamente?
Mucho. Las plantaciones bien regadas y abonadas sufren menos. Todas pueden infectarse, pero en una parcela bien cuidada, la progresión de la enfermedad se ralentiza mucho.
Entonces, ¿debemos asumir que conviviremos con la Xylella?
Exactamente. En Baleares estamos ya en fase de contención, no de erradicación. En América llevan muchos años conviviendo con esta bacteria. Hay que cambiar el chip: las plantaciones ya no durarán 40 o 50 años. Tocará reemplazar árboles cuando vayan muriendo.
¿Qué utilidad práctica tienen estos estudios para el agricultor?
Muchísima. Ayudan a decidir qué variedades plantar y cómo manejarlas. Además, se puede actuar sobre el vector principal de la enfermedad, el insecto Philaenus spumarius, aplicando tratamientos específicos.
¿Cómo fue colaborar con otras instituciones científicas en este proyecto?
Fue muy enriquecedor. Mi parte era solo una fracción. Participaron instituciones como el CSIC de Córdoba, y cada una abordaba un enfoque diferente. La colaboración fue clave para abordar un problema tan complejo desde distintas disciplinas.
¿Qué líneas de investigación deberían desarrollarse ahora?
Una muy interesante sería analizar la genética de las variedades menos sensibles. Si identificamos genes clave para la resistencia, podríamos trabajar en programas de mejora para generar cultivos más resilientes frente a la Xylella.
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