Aina Serrano es la coordinadora de la Unidad de Patrimonio Histórico Industrial del Consell de Mallorca. Historiadora de formación, lleva más de dos décadas dedicada a la conservación de molinos, norias y almazaras. Gracias a la inversión del Impuesto de Turismo Sostenible, ha podido impulsar proyectos que salvan del olvido un patrimonio clave para la identidad de la isla.
¿Cómo te iniciaste en el mundo del patrimonio histórico industrial?
Soy licenciada en Historia y fue durante los últimos años de la carrera cuando tuve mi primer contacto con el patrimonio industrial, investigando la industria textil del sur de Mallorca. Poco después entré en el Consell de Mallorca, y en 1999 ya estaba coordinando el catálogo de los molinos de viento de extracción de agua. Desde entonces, mi trayectoria ha estado completamente vinculada a la conservación de este patrimonio.
¿Cómo ha evolucionado el enfoque de conservación a lo largo de los años?
Al principio solo se intervenía en la maquinaria de los molinos, sin tocar la arquitectura. Pero nos dimos cuenta de que eso no era sostenible. ¿De qué servía restaurar una maquinaria si la torre presentaba grietas estructurales o estaba en mal estado? Desde 2004 abordamos las restauraciones de forma integral: arquitectura, maquinaria y entorno. Hoy el programa incluye molinos de viento, de sangre e hidráulicos.
¿Qué importancia tiene la formación en este tipo de intervenciones?
Es clave. Llevamos a cabo cursos de especialización sobre arquitectura tradicional, patologías de la madera, restauración del hierro o conservación de metales. La formación continua nos permite intervenir con el máximo rigor. Además, trabajamos en estrecha colaboración con artesanos: albañiles, carpinteros, herreros. Sin ellos, nada sería posible.
¿Cómo se clasifica el patrimonio industrial y qué papel tienen los molinos en él?
Prefiero hablar de patrimonio histórico industrial, porque abarca tanto bienes preindustriales como industriales. Según la ley balear, incluye todo lo vinculado al pasado tecnológico, productivo y energético. Los molinos encajan perfectamente: los de viento y agua pertenecen a la etapa preindustrial; los movidos por carbón o electricidad, a la industrial. En ambos casos, son testigos de cómo las comunidades se han adaptado al territorio.
¿Qué tipos de molinos encontramos en Mallorca?
Hay tres grandes tipos según la fuente de energía:
Molinos de viento: los hay harineros (para moler grano) y de extracción de agua.
Molinos hidráulicos: funcionan con torrentes o fuentes naturales, a pesar del mito de que aquí no hay ríos.
Molinos de sangre: se mueven con tracción animal y servían para moler grano o incluso triturar pimentón, como el típico tap de cortí.
¿Cuántos están catalogados actualmente?
Hemos identificado unos 2.500 molinos de viento de extracción de agua, concentrados sobre todo en Palma, Campos, Sa Pobla, Muro y Ses Salines. En cuanto a molinos harineros de viento, tenemos catalogados 622 en toda la isla. De los hidráulicos estimamos que aún se conservan alrededor de un centenar, aunque no todos están documentados oficialmente. Los de sangre son los más difíciles de localizar, ya que a menudo se encuentran integrados en edificaciones privadas.
¿Cuál es su estado de conservación?
En líneas generales, bastante deficiente. Muchos molinos están abandonados, otros se han reconvertido en viviendas, especialmente los de torre que se encuentran en zonas urbanas. En el caso de los de extracción de agua, suelen estar aislados en el campo y no pueden utilizarse como vivienda, por lo que su estado es más delicado.
¿Todavía hay molinos en funcionamiento?
Sí, aunque son casos puntuales. Algunos payeses siguen utilizando molinos de viento de extracción de agua, sobre todo en lugares donde no tienen acceso fácil a otras fuentes hídricas. También hay molinos de sangre que podrían funcionar si el propietario dispone de un animal de tiro, como una mula o un burro. Pero en general, el uso activo es muy limitado.
¿Qué papel ha jugado el Impuesto de Turismo Sostenible en esta labor de conservación?
Gracias a esta financiación, hemos podido sacar adelante proyectos que no hubieran sido posibles de otro modo. Contamos con dos líneas de actuación: en una aportamos personal técnico y en otra subvencionamos económicamente a los propietarios para que realicen restauraciones bajo criterios muy estrictos. Sin este apoyo, una parte importante del patrimonio estaría en serio riesgo.
¿Por qué es tan importante utilizar materiales tradicionales?
Porque los molinos forman parte de la arquitectura tradicional, construida con materiales del entorno: piedra, madera, hierro… Restaurarlos con otros materiales supone desvirtuarlos. Además, esta práctica es sostenible y fomenta la economía local. Yo represento a Baleares en los planes nacionales de patrimonio industrial y de arquitectura tradicional, donde se defienden precisamente estos criterios.
¿Existe una ruta visitable de molinos restaurados?
Sí, la creamos gracias a un proyecto europeo. Aunque el programa finalizó, decidimos mantener la ruta activa. Actualmente incluye 11 molinos restaurados por nuestro equipo, seleccionados por su valor, accesibilidad y estado de conservación. Hay molinos de viento harineros, de extracción de agua y uno de sangre especializado en moler pimentón.
¿Qué futuro imaginas para este patrimonio?
Depende de varios factores. Por un lado, es imprescindible que sigan existiendo ayudas públicas. Pero también necesitamos que los propietarios se impliquen. Restaurar un molino no puede verse como una carga, sino como una inversión en identidad y valor cultural. Aun así, soy optimista: hay cada vez más conciencia de su importancia.
¿Qué mensaje final te gustaría compartir?
Que el patrimonio no es solo pasado, es también presente y futuro. Cada molino, cada elemento tradicional, encierra una historia que nos conecta con nuestras raíces. Restaurarlos es un acto de respeto hacia quienes los construyeron y una oportunidad para transmitir valores a las generaciones que vienen. El patrimonio es identidad, conocimiento y oportunidad.
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