"El modelo hídrico anterior estaba agotado: ahora apostamos por sostenibilidad y eficiencia"

Medio Ambiente

El director general de Recursos Hídrics, Joan Calafat, analiza los desafíos del agua en pleno cambio climático.

Joan Calafat (Palma, 1968), director general de Recursos Hídrics del Govern balear, lidera en esta legislatura una de las misiones más críticas para el futuro del archipiélago: asegurar el suministro de agua en un contexto marcado por sequías prolongadas, aumento poblacional y emergencia climática. Apostando por la desalación, la reutilización y la eficiencia, Calafat desvela las claves del nuevo modelo hídrico que Baleares necesita.

¿Cómo describiría la situación actual del agua en Baleares?


Estamos en un momento complicado dentro de un ciclo de sequía que ya se está prolongando. La última gran sequía fue en 2016, y la anterior, en 2000-2001, así que entonces pasaron unos 15 años. Ahora llevamos diez años y ya se nota una sequía importante. Es fruto, creemos, del cambio climático. Actualmente algunas masas de agua están en mínimos históricos. La situación es delicada, pero controlada gracias a la incorporación de recursos no convencionales como la desalación, que forma ya parte del sistema.


¿Hay zonas en alerta o motivo de preocupación entre la ciudadanía?


Utilizamos el plan de sequía de 2017 como instrumento de control, aunque lo estamos actualizando para incluir nuevos índices relacionados con la escasez, no solo con la pluviometría. A día de hoy, solo una unidad de demanda —el Pla de Mallorca— está en alerta, el resto del territorio está en prealerta. Formentera, que depende completamente de desalación, está en normalidad. Aunque estamos en el momento más crítico del ciclo hídrico —finales de verano—, la situación está contenida y no prevemos cortes de suministro.


¿Qué papel está jugando la desaladora de Alcúdia en la Bahía de Palma?


Estamos priorizando la desalación para proteger los acuíferos. No solo tenemos al 100% la planta de Palma y la de Andratx, sino que también llevamos la de Alcúdia a su máximo rendimiento. Aunque su capacidad es limitada (14.000 m³), sirve a zonas como Pollença y Platges de Muro, y parte del caudal se desvía hacia el sur, conectando con la red en alta en Consell para reforzar el suministro en la bahía de Palma. Son cantidades pequeñas, pero importantes para el equilibrio del sistema.


¿Qué zonas están más afectadas por el estrés hídrico?


Las más afectadas son las que no están conectadas a la desalación. El Pla de Mallorca, por ejemplo, se abastece únicamente de acuíferos, y sufre tanto por la bajada de niveles como por la mala calidad del agua. Allí encontramos contaminaciones naturales (cloruros) y por nitratos. En la zona costera del Llevant, donde hay mucha presión turística, el problema es la intrusión salina. Y en la Serra de Tramuntana, que depende de fuentes, cuando no llueve, se quedan sin aportes. Además, la geología con yeso genera problemas por sulfatos. Es una combinación compleja.


¿Cómo está afectando el cambio climático a la gestión del agua?


El cambio climático ya es una realidad. Las temperaturas están 1,5 o 2 grados por encima de la media histórica, lo vemos mes a mes. Esto hace que la humedad en el suelo baje mucho y aumente la demanda hídrica, sobre todo en riegos. Además, aunque llueve lo mismo en volumen anual, la forma ha cambiado: son lluvias torrenciales que provocan escorrentías y no recargan acuíferos. No se trata solo de cuánto llueve, sino de cómo lo hace, y eso complica la planificación hídrica.


¿Se han quedado cortas las infraestructuras ante el aumento poblacional y turístico?


Sí, ha habido una falta de previsión. Las redes se empezaron a desarrollar en los años 60 sin tener en cuenta la eficiencia, pensando que los recursos naturales eran abundantes. Se fue creciendo sin control y ahora tenemos infraestructuras envejecidas y con muchas pérdidas. Es clave invertir en renovar redes y también en depuración, para poder regenerar esa agua y devolverla al ciclo. Hay que redefinir el modelo con inversiones sostenidas, que nos permitan compatibilizar la demanda con los recursos naturales, sumando desalación y regeneración.


¿Qué avances hay en reutilización del agua?


Por primera vez, con fondos ITS, se ha activado un programa específico. En Ibiza hay proyectos en Santa Eulària, Sant Antoni, Ses Païsses y Sant Josep; en Menorca en Es Migjorn y Maó-Es Castell; y en Mallorca trabajamos en Binissalem, mejorando las lagunas de recarga. Hoy, en Mallorca reutilizamos un 30-32% del agua; en Ibiza y Menorca solo un 4%. También se impulsan iniciativas agrícolas como la bassa de sa Rota en Ibiza o proyectos en Sant Lluís y Ciutadella. Pero el reto sigue siendo conectar las plantas depuradoras —que están en la costa— con las zonas interiores que más lo necesitan.


¿Qué papel tendrá la digitalización en este nuevo modelo hídrico?

Es esencial. Saber en tiempo real el estado de los acuíferos, los torrentes, las captaciones y los consumos nos permite diagnosticar y planificar. Todo lo que dejemos de perder es agua recuperada, y eso pasa por tener datos. En esta legislatura hemos movilizado 6 millones desde la Dirección General solo para digitalización, y con los ayuntamientos superaremos los 10 millones. Es una apuesta clara por la eficiencia.


¿Es optimista respecto al futuro hídrico de las islas?


Sí, lo soy. Hemos diseñado un plan de inversiones a largo plazo. Es cierto que los proyectos tardan, porque deben pasar filtros ambientales y técnicos. Pero estamos en una transformación de modelo. El anterior estaba agotado y ahora apostamos por sostenibilidad, eficiencia, regeneración y desalación. Hay un cambio de mentalidad social: sabemos que sin agua no hay vida. Y todo nuestro futuro —social, económico y ambiental— depende de proteger este recurso tan valioso.


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