"Queremos acercar el mar a la gente, pero también la gente al mar"

Medio Ambiente

Josep Vives, fundador y coordinador de Arrels Marines, reivindica una nueva relación con el Mediterráneo a través de ciencia, activismo y comunidad.

Josep Vives, fundador y coordinador de Arrels Marines, cambió su vida de la gestión financiera en un despacho a la protección del mar. Tras su experiencia en Indonesia con Plastic Bank y proyectos de restauración de manglares y arrecifes de coral, regresó a Mallorca y fundó la entidad. Hoy impulsa iniciativas de conservación y educación que ponen en el centro a la comunidad local y buscan devolver la conexión perdida con el Mediterráneo.

¿Qué es Arrels Marines?


Arrels Marines es una asociación sin ánimo de lucro fundada en 2020 en Pollença. Somos una entidad de conservación marina, aunque también con un fuerte componente social y comunitario. La mayoría de personas que formamos parte de la asociación somos de aquí, de Mallorca, concretamente de Pollença y Alcúdia. Eso nos da un vínculo muy arraigado con el mar.


¿Cómo nació la iniciativa?


Nació bastante lejos de aquí, en Indonesia. Algunos de nosotros estábamos trabajando en proyectos de conservación allí. Nos encantaba lo que estábamos haciendo en el trópico, pero un día nos preguntamos por qué no estábamos haciendo eso mismo en casa. Al investigar qué proyectos de conservación marina había en Baleares vimos que no existía nada parecido a lo que teníamos en mente. Así que decidimos volver y crear Arrels Marines. Yo regresé en febrero de 2020 y, poco después, llegó la pandemia. Fue un “perfect timing”.


¿Qué significa para vosotros reconectar con las raíces marinas?


Aunque vivamos en unas islas, nos hemos dado cuenta de que estamos muy desconectados de los ecosistemas marinos y de las especies que los habitan. Yo mismo, que soy de Pollença, lo veía: a todo el mundo le encanta ir a la playa, a Cala Sant Vicenç, pero la mayoría no es consciente de la belleza que hay bajo el agua. Una de nuestras motivaciones principales es acercar el mar a la gente, pero también la gente al mar. Por eso, todas nuestras actividades incluyen una parte práctica: meterse en el agua y ver in situ lo que hay, que no siempre es bonito.


¿Qué papel tiene la comunidad local en vuestros proyectos?


La comunidad es un pilar fundamental. Cuando hicimos la primera replantación marina en 2022 en Alcanada, diseñamos el proyecto para que la gente pudiera ayudarnos desde el inicio: recolectando fragmentos de posidonia, caracterizando el fondo o incluso participando en las tareas de replantación. Lo mismo ocurre ahora en Cala Murta. Y después, cuando la plantación está hecha, promovemos la custodia marina: la gente que ha participado siente ese espacio como suyo, y es mucho más fácil que lo proteja desde una perspectiva totalmente distinta.


¿Cómo planteáis la educación en tiempos de crisis ecológica?


Intentamos evitar el paternalismo de “nosotros lo sabemos todo y venimos a explicarlo”. Lo que queremos es fomentar un pensamiento crítico a partir de datos objetivos y experiencias prácticas. Por ejemplo, cuando llevamos un grupo al agua les decimos: estamos haciendo un proyecto de replantación, pero ¿por qué creéis que es necesaria? ¿Qué ha pasado para llegar a esta situación? A partir de esas preguntas, la gente empieza a reflexionar y a generar su propio pensamiento crítico.


¿Cuáles son vuestros proyectos principales ahora mismo?


Tenemos tres. El primero es Racons Marins, que incluye nuestras estaciones de replantación marina, como las de Alcanada y Cala Murta. Son espacios de restauración, pero también de educación: allí llevamos a escuelas y a adultos a participar en talleres, desde plantación hasta fotografía submarina, acercando la ciencia a la comunidad.


El segundo es Capficats, nuestra parte más activista. Los impactos que sufre el mar están muy relacionados con el modelo socioeconómico de las islas. Por eso organizamos actividades comunitarias que van desde movilidad sostenible hasta propuestas políticas. Siempre con un componente festivo: reivindicar también puede ser divertido.


El tercero es U Nord Blau, que hacemos junto a Save The Med. Tiene un enfoque proteccionista en las aguas de Pollença y Alcúdia, con fuerte trabajo científico y comunitario. Recolectamos información para el futuro plan de gestión de las bahías, en colaboración con administraciones locales, autonómicas y estatales.


¿Cómo se hace una replantación de praderas marinas?


Partimos de fragmentos de posidonia que se desprenden por temporales o, sobre todo, por el fondeo de embarcaciones. Evaluamos su viabilidad y los fijamos al fondo con distintas técnicas. Dos de ellas están desarrolladas por nuestro equipo científico junto a un escultor local, usando materiales de la isla como el marès o la cerámica. Plantamos los fragmentos en parcelas de un metro cuadrado con veinte fragmentos cada una y luego monitorizamos la evolución para ver qué técnica funciona mejor y en qué condiciones.


¿Estáis teniendo buenos resultados?


Es pronto, porque la posidonia crece muy lentamente, pero en Alcanada, dos años después, tenemos una tasa de supervivencia del 85%. Es mucho más de lo que esperábamos y muy esperanzador. Aun así, seguimos investigando y exploramos también con otras plantas marinas.


Además de la conservación, promovéis actividades como las bicicletades. ¿Qué buscáis con ellas?


Las bicicletades forman parte de Capficats. Son una reivindicación totalmente festiva para recuperar espacios públicos que durante años se han cedido a los coches. Queremos fomentar una movilidad más sostenible y amable. Hemos hecho ya seis, con gente de todas las edades, y el apoyo ha sido espectacular.


Tenéis también un programa de radio, Cafè i biodramines. ¿Qué significa para vosotros?


Sí, en octubre empieza la quinta temporada. Al principio no teníamos claro si lanzarnos, pero ha sido un éxito. Nos ha dado alegrías, ha traído nuevas personas al equipo y nos ha permitido aprender de expertos en muchos temas. Es un espacio de conversaciones relajadas sobre asuntos que afectan a las islas, como si estuviéramos tomando un café en un bar.


¿Qué importancia dais a trabajar con niños?


Es esencial. Trabajamos con escuelas, pero también fomentamos la intergeneracionalidad. Queremos recuperar los saberes de la gente mayor, como los pescadores, que conocen técnicas y lugares únicos. Y además no podemos esperar a que los niños resuelvan en el futuro los problemas creados por generaciones anteriores. No sería justo pasarles esa carga. También hay que trabajar con adultos, que son quienes hoy pueden tener impacto sobre el entorno.


¿Qué os ha aportado la Aliança Mar i Terra?


Es un proyecto compartido por siete entidades, cinco terrestres y dos marinas. No es fácil, porque cada una tiene su enfoque, pero está siendo muy enriquecedor. Nos ha permitido aprender y plantear proyectos conjuntos con una visión transversal: en una isla no se puede entender la tierra sin el mar, ni el mar sin la tierra.


Si alguien quiere colaborar, ¿cómo lo puede hacer?

Estamos encantados de recibir a cualquiera. Tenemos oficina en el Puerto de Pollença, abierta a todo el mundo, y también se nos puede contactar por la web o redes sociales. Lo importante es que quien tenga inquietud por el mar se acerque: siempre hay formas de participar.


¿Cómo imaginas el futuro del mar balear?


Me gustaría que fuera como hace 100 años, aunque puede ser algo utópico. Pero si reducimos los impactos, la naturaleza tiene una capacidad de resiliencia enorme, nos fascinaría la capacidad que tiene de recuperación y de volver a florecer. Quizá no volvamos un siglo atrás, pero sí podríamos recuperar el estado de hace 50 años, que tampoco estaría mal.


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