Cada verano, Baleares enfrenta el riesgo de incendios forestales, una amenaza creciente con el avance del cambio climático. Para combatirla, el IBANAT trabaja en la prevención y extinción con proyectos innovadores. Uno de ellos, financiado con el Impuesto del Turismo Sostenible, ha permitido instalar depósitos de agua en puntos estratégicos. Charlamos con Miquel Sintes, jefe del departamento de extinción de incendios de IBANAT, para conocer cómo funcionan estas medidas y qué impacto tienen en la protección del territorio.
¿Cómo está actualmente la situación de incendios en Baleares?
Este año estamos teniendo un escenario muy parecido a los últimos. En número de incendios estamos a la baja: entre 80 y 100 cada año, y en 2025 llevamos 67 hasta la fecha, así que probablemente cerremos en torno a 80 y pocos. Hace cinco o ocho años superábamos siempre los 100, así que hemos conseguido bajar esa barrera. En superficie depende de cada temporada, pero este año vamos bien, salvo lo que pueda pasar en los últimos meses, que siempre son una incógnita. Si lo comparamos con la Península, que ha vivido uno de los peores años de la historia en materia de incendios, aquí podemos decir que hemos tenido bastante suerte porque no hemos tenido grandes fuegos fuera de control.
¿Cómo influye el cambio climático en este riesgo?
Lo que vemos es que cada vez nos llegan más olas de calor saharianas. Cuando duran varios días seguidos, la vegetación se vuelve mucho más vulnerable. Si además coinciden con viento y con alguien que intenta quemar, tenemos el cóctel perfecto para un gran incendio. El problema es que algunos llegan a ser lo que llamamos “fuera de capacidad de extinción”, que solo se apagan cuando cambia algo drástico, como la meteorología o el tipo de combustible del terreno.
Uno de los proyectos financiados con el ITS ha sido la instalación de depósitos de agua. ¿En qué consiste?
En extinción, lo que más utilizamos es el agua porque en Baleares la maquinaria pesada es difícil de usar por los caminos estrechos. Por eso dependemos del agua y de tenerla cerca. Aquí tenemos entre diez y once medios aéreos permanentes, y cada helicóptero descarga alrededor de mil litros por pasada. Si en un incendio hay cinco helicópteros, son 5.000 litros en cada ronda, y eso exige puntos de agua disponibles. El proyecto ITS ha permitido localizar zonas donde no había recursos hídricos —lo que llamamos “zonas cero”— y colocar depósitos de 70 a 100 toneladas, o incluso balsas, como la que estamos construyendo en Pollença.
¿Dónde se han instalado hasta ahora?
En Mallorca hemos colocado depósitos en Santa María y Santanyí, además de la balsa de Pollença que está en marcha. En Menorca hemos puesto dos en la zona de Sant Lluís, porque allí había un problema, y en Formentera hemos instalado otro. No siempre es fácil, porque la propiedad de los terrenos suele ser privada, y muchos propietarios no quieren que se instale nada en sus fincas ni que se entre libremente. Siempre buscamos acuerdos o ubicaciones públicas, y alrededor de cada depósito trazamos un radio de 2,5 km para garantizar que los helicópteros puedan abastecerse sin perder tiempo.
¿Qué dificultades encuentran?
Además de la negociación con los propietarios, está el suministro de agua. Los depósitos antiguos se llenaban con camiones, pero cuando tienes 70 u 80 puntos de agua eso es inviable. Ahora buscamos que todos tengan suministro autónomo, ya sea de la red, de ABAQUA o de algún pozo particular con caudal suficiente. Así solo tenemos que comprobar niveles y funcionamiento, sin tener que dedicar recursos a llenarlos.
¿Se nota el impacto de tener estos depósitos?
Sí, mucho. El verano pasado en Ibiza tuvimos un incendio y pudimos coger agua de un depósito que estaba a 700 metros. Los helicópteros descargaban cada 50 segundos o minuto y poco, algo que marca una diferencia enorme. Llegó un momento en que lo vaciamos casi entero y tuvimos que pasar a otro más lejano, pero ya con el fuego controlado. Tener agua cerca multiplica la eficacia de los medios aéreos, que contienen el incendio hasta que el personal de tierra llega a rematar.
Además de los depósitos, ¿qué otras medidas llevan a cabo?
Forman parte de los planes comarcales de defensa contra incendios, que incluyen arreglar pistas forestales y crear fajas auxiliares —los antiguos cortafuegos—, donde se elimina vegetación a ambos lados de una pista para reducir la intensidad del fuego y facilitar el acceso de vehículos. También trabajamos en la gestión activa del paisaje: si los bosques se gestionan, con aprovechamiento de madera u otros recursos, son más resistentes al fuego. En cambio, las zonas abandonadas son las que más arden. Hay un dicho: cuanto menos incendios tienes, más cerca estás de uno grande, porque sin quemas controladas o sin gestión, el combustible se acumula.
¿Qué papel tienen los ayuntamientos y los propietarios privados en esta lucha?
Fundamental. Por ejemplo, en Bunyola construimos un depósito de más de 100 toneladas en terreno municipal, con agua cedida por ABAQUA. Con los ayuntamientos es más fácil llegar a acuerdos. En fincas privadas también hemos conseguido colaboración, como en la balsa de Pollença, que se está levantando en suelo particular con convenio. Sin esa cooperación no podríamos ampliar la red de depósitos.
¿Qué proyectos hay de cara al futuro?
Seguiremos con los planes comarcales, que se renuevan cada diez años con anualidades concretas. Si los recursos lo permiten, se harán nuevas actuaciones. El proyecto ITS ha supuesto una inyección de 400.000 euros y gracias a él estamos acabando la balsa de Pollença, la última de esta fase. No es fácil gestionar puntos de agua en montaña: hay que encontrar la ubicación adecuada, conseguir permisos ambientales y asegurar un suministro constante.
Noticias y artículos sobre Turismo Sostenible